martes, 19 de mayo de 2009

La voz de los poetas



Una curiosa sensación que se nos revela al entrar en la cuarentena es el caer en la cuenta de que el armario ropero de los recuerdos de uno ya va adquiriendo una cierta entidad; digamos que comienza a estar considerablemente surtido. Los trajes nuevos de última moda, aunque aún en mayoría, comparten el espacio con prendas antiguas, casi legendarias, que ya no se nos ocurriría ponernos nunca para salir pero que nos gusta ver ahí cada día, al abrir las puertas del abigarrado mueble. Con complacencia fetichista, la sola mirada o el tacto de la tela nos acerca los ecos y resabios de otro tiempo, de episodios felices de nuestra infancia o nuestra juventud, de aventuras, de viajes, de amores... Cuando un día cualquiera no sabes qué hora es, te levantas para abrir el armario en busca de tu ropa cotidiana, y notas una profunda y gélida ausencia que te hiela las entrañas, ya es demasiado tarde para comprender que esa americana gastada no era precisamente de pana ni de paño, sino que estaba confeccionada con retazos de tu misma vida. Todos nosotros, el que más o el que menos, se ha abrigado el alma en algún momento con cierto poema de Benedetti o con tal canción de Antonio Vega y todos, igualmente, nos hemos sentido ultrajados con sus recientes pérdidas respectivas. En cuanto al músico, no se me ocurre otra figura equiparable, con tanto peso y carisma, desde la muerte de otro poeta urbano como fue Antonio Flores, ambos autores de verdaderos himnos irrepetibles y eternos. Respecto al poeta uruguayo, mi mente se remonta a mis primeras lecturas poéticas de adolescente. Posteriormente, hace una década más o menos, tuve la suerte de conocerle y el tremendo lujo de disfrutar de una íntima charla-recital en un aula de la Facultad de Letras, en el marco de los encuentros internacionales de escritores hispanoamericanos que solía organizar el profesor Victorino Polo. Ambos artistas se han ido, pero sus obras ocuparán un lugar importante en nuestra banda sonora personal y en el guardarropa de nuestras vivencias.