lunes, 30 de noviembre de 2009

Eric Whitacre: "Lux Aurumque"


La coral Concordia interpreta "Lux Aurumque", de Eric Whitacre, en el Concierto Concordia de Navidad 2005.

La Universidad Concordia goza de un gran renombre por su excelente Departamento de Música. Su grupo coral, al que los críticos han situado entre las formaciones musicales a capella más selectas del mundo, hace giras año tras año en los Estados Unidos, y viaja al extranjero regularmente. Fundado en 1920, ha ofrecido conciertos por todo el mundo. Actualmente está dirigido por el reconocido compositor René Clausen. Su más veterano director fue Paul J. Christiansen, que estuvo al frente durante nada menos que 49 años (hasta 1986). La Universidad es popular por su fastuoso concierto de Navidad, realizado ante audiencias multitudinarias, que se viene celebrando desde 1927.


Morten Lauridsen: "O magnum mysterium"

Morten Lauridsen (Colfax, 27 de febrero de 1943) es un compositor estadounidense de ascendencia danesa. Estudió composición avanzada en La Universidad del Sur de California(University of Southern California), centro de estudios donde ha sido profesor posteriormente.
Es uno de los compositores americanos de música coral más reconocidos e interpretados del mundo, junto a otros como Eric Whitacre, James Mulholland, Z. Randall Stroope o Paul Halley. Ha escrito tanto música Profana como música Sacra, la mayoría por encargo. La sensación que se desprende de su música coral (ya sea a capella o con acompañamiento de instrumentos) es una sensación de calma y tranquilidad, con cierto toque de dulzura y, sobre todo, con momentos de extrema luminosidad. Todo esto lo consigue a través de series armónicas sencillas llenas de primeras inversiones (especialmente en acordes mayores), acordes de novena que aportan un especial colorido, frases largas y delicadas, saltos de cuarta justa y acordes desplegados en las diferentes voces. Todo ello se encuentra dentro de su personal forma de componer, mitad mística y mitad romántica. Fuente: Wikipedia.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Canticorum Iubilo

Canticorum Iubilo, de G.F. Händel, interpretada por el Coro de Antiguos Alumnos Club EOI, bajo la dirección de Rupert Damerell.

Navidad caribeña: "¡Halle, halle, halle!"

Halle, Halle, Halle es una auténtica canción caribeña interpretada por la coral Glory en el International Christmas Festival, bajo la dirección y producción de Paula Orr, en la Iglesia Bautista Green Acres Baptist Church, Warner Robins, GA.

Orfeón Fernandez Caballero


Desde el pasado mes de septiembre tengo el honor de formar parte del Orfeón Fernández Caballero, la masa coral con más historia y prestigio de la Región de Murcia (recientemente ha celebrado su LXXV aniversario y por sus filas han pasado varias generaciones de murcianos). Al margen de mi satisfacción por lo que el Orfeón representa, en lo personal, el volver a reencontrarme con el canto coral, con la polifonía vocal, ha significado una inyección de ilusión y de abrazo de hermosas evocaciones pasadas, ya que en mi adolescencia formé parte durante varios años de la coral del Instituto Floridablanca (Murcia), dirigido en aquellas fechas por la entrañable profesora Doña María Dolores Sánchez López. Con esta entrada del blog inauguro una nueva sección que irá dedicada al Orfeón Fernández Caballero, donde daré cuenta de las noticias más relevantes que sobre el mismo se vayan produciendo, aunque también enlazaré vídeos de otros grupos corales que sean de interés o abordaré cualesquiera cuestiones que tengan que ver con este género musical. Por si alguien quiere visitar la página oficial del Orfeón, su dirección es http://www.orfeonmurciano.org.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Universo lorquiano

Una de las lecturas poéticas de juventud que más impresión me causó fue el Romancero Gitano de Federico García Lorca. Apasionado con mi descubrimiento del malogrado poeta granadino, enseguida devoré con fruición su principal producción teatral (La casa de Bernarda Alba, Yerma, etc.) y quedé embebido de esa mágica musicalidad y del heroísmo dramático de sus personajes, sometidos y doblegados por el peso de la tradición, de la superstición, del implacable sino que los arrastra. Las riñas, los duelos, el honor, el luto, el negro destino, son motivos constantes en la lírica de García Lorca. Los dos poemas siguientes son una clara muestra del influjo que aplicó a mis primeros versos el de Fuente Vaqueros.



REYERTA

Por la calle negra bajan dos sombras
largas, filosas, amoratadas,
y en el dintel de tu puerta siempre se clavan.
Por la calle negra ruedan, perdidas,
dos bolas de nácar vestidas de escarcha,
y entre sollozos siempre te llaman.
En la calle negra yacen dos hombres
que por tu mirar a hierro se matan.
Por la calle negra ya no baja nada.
Mi cuerpo es arena; mi alma te aguarda.

22 de mayo de 1990



NIÑA GITANA

A la vera de la lumbre
canta la niña gitana.
Puede que la luna escuche
sus tristes ayes de plata,
y a la par que suenan, sufren
las cuerdas de una guitarra.
Con los ojos desbordados
y el corazón incendiado
está mi niña gitana.
Tiene en su pecho serrano
y en sus cabellos trenzados
varias flores de retama.
Y bajo el hierro cansado,
en los jardines del alma,
un Cristo Crucificado.
Dejad que cante su pena,
dejadla sola en el campo
hablando con las estrellas.
No vayáis a la montaña
con cascabeles ni ruedas,
porque sola en la ladera,
entre jazmines de azufre,
canta mi niña gitana
a la vera de la lumbre.
Puede que nadie la quiera,
que ni la luna la escuche.

Muñecas


En este breve e inquietante cuento se maneja uno de los elementos típicos de la cinematografía de terror, como son los muñecos infantiles (Dolls, Muñeco diabólico, etc.) en un escenario que curiosamente también será recreado posteriormente por el cine en The ring (2002): un pozo y una niña que muere en el mismo.




LAS MUÑECAS (1995)

Era una tarde de verano. Los rayos del sol caían, severos, sobre las grises baldosas del patio donde se hallaba la pequeña Verónica jugando con sus muñecas. Su tierno rostro parecía encontrar más sosiego cuando se sentía observada a través de los cristales de la puerta por su madre, la cual tejía mientras se mecía pausadamente. Las paredes encaladas del patio, blanquísimas, iluminaban la estancia interior de un modo sorprendente. En las esquinas colgaban macetones de geranios rojos y, en el centro, había un pequeño aljibe, cuyos brocales estaban invadidos por una espesa enredadera. Como cada tarde, Verónica estaba en el suelo, apoyada en el aljibe, aprovechando su sombra, y alrededor de sus piernas tenía desparramadas varias muñecas -algunas de ellas con algún miembro roto-, una pelota de goma, un payaso dominguillo que siempre permanecía erguido por más que se le empujara, y una pequeña balsa hinchable que sus padres le habían comprado al comienzo del verano. Cuando chapoteaba en el agua con las muñecas sonreía abiertamente, mostrando la angelical belleza de los cuatro años con los que contaba. Su madre, entre puntada y puntada, levantaba la vista para contemplar la satisfacción de la chiquilla, a la vez que esbozaba una leve sonrisa y le decía, con el canturreo con el que se les habla a los niños y tratando de incitar la piedad de la pequeña - Pobrecillas, las vas a ahogar, ¿no te dan penita? - a lo que la niña mostraba su indiferencia riendo con un ansia que rozaba la sordidez.
La tarde pasaba tranquila. La mecedora de la madre de Verónica permanecía inmóvil. Sus manos, posadas sobre los muslos, agarraban sin fuerza los moldes de tejer. Miró hacia afuera pero sus ojos no encontraron a la niña. Instintivamente, saltó de la mecedora y salió al patio. Corrió hacia el aljibe y en sus brocales descubrió su colección de muñecas, erguidas, más sonrientes de lo habitual, e inexplicablemente cogidas de las manos, formando un círculo que rodeaba la boca del pozo. Quedó momentáneamente petrificada ante tal visión pero, con un impulso de valor, arremetió de un golpe contra las muñecas, lanzándolas al suelo. Aterrada, asomó la cara al interior del pozo y, sobre el agua, pudo ver el cuerpo sin vida de su hija. Su larga cabellera flotaba sobre las oscuras aguas enfatizando el gesto terrorífico del cadáver. Los renegridos ladrillos interiores del pozo retumbaron por el estridente y desgarrador grito que salió de su garganta. De repente, notó unas manos sobre los hombros. Horrorizada, se revolvió y su rostro se tornó más tranquilo al ver que se trataba de Arturo, su marido. Antes de que le diera tiempo a explicarle nada, se dio cuenta de que no estaban junto al pozo sino en el interior de la estancia contigua, y que Verónica seguía jugando plácidamente en el patio con sus muñecas. Todo había sido un mal sueño.
Por la noche, durante la cena, el matrimonio bromeó sobre lo sucedido. Mientras, la luz de la luna penetraba en el pozo e iluminaba una muñeca con gesto retorcido que flotaba sobre el agua.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Confusión

No sé si estoy vivo o muerto
cada vez que te leo, Poesía.
Sin embargo, cuando escribo
se amplifica el desconcierto:
si muriera, estaría vivo;
si viviese, moriría.

jueves, 26 de noviembre de 2009

El alzheimer del espejo


Cuando alguien muere, la casa donde ha vivido parece enlutecer. Los mismos muebles, antes cálidos y cercanos, se tornan inquietantes y sombríos. Los goznes de las ventanas se entumecen por la falta de ejercicio, la noche se hace eterna en los armarios, y el aire no renovado se corrompe en un sepulcro de noventa metros cuadrados. Las sillas se asalvajan, sin nadie que las monte; el polvo nieva de olvido los platos de la cocina; toda la casa llora, silenciosa, ultrajada... Pero el mayor desapego jamás hallado en el ajuar doméstico se concentra en los desmemoriados espejos, incapaces de recordar por un mínimo instante la figura de su dueño, por tantos años reflejado; tan cómplices y confidentes en el trato, pero tan ajenos y descastados en la ausencia...



EL ESPEJO

Hoy he visto deslizarse una lágrima
por la calle en la que vives, sultana;
iba grande, plateada, vistiendo
los adoquines renegridos
(a menudo confesores de mis plantas)
con el musgo adormecido de los años,
con el polvo implacable que sepulta las esferas.
Y he caminado después por las ruinas de tu casa,
y he visto, roto, en el suelo,
el espejo desgastado tantas veces
por tus curvas, por tus vértices.
¡Ay, copista infiel de tus risas,
de tus llantos y tus sueños!
Con mil brillos diamantinos
el astronómico suelo de tu alcoba
llora conmigo tu muerte, sultana.
Afuera, un gato incierto
maúlla, ajeno al desastre.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Muerte y eternidad

La obsesiva idea de la muerte es una presencia permanente en mi poesía, sobre todo en mis primeras composiciones. La desaparición humana, en sí misma, no tendría nada de catastrófico si no se percibiera como el final irremediable de un viaje sin continuidad ni retorno; un carpetazo definitivo a todo lo aprendido desde el minuto uno de nuestra existencia, lo cual lleva a considerar la experiencia vivida como una absurda y mayúscula pérdida de tiempo. Al plantearnos esta abrumadora papeleta, la naturaleza finita de nuestro cuerpo choca frontalmente con las aspiraciones de eternidad de la conciencia. Un terremoto de emociones sacude entonces nuestro interior y la más inexpugnable de las voluntades se cortocircuita, se colapsa en un bucle sin respuestas, se deja envenenar por la más belicosa y amarga de las sensaciones: la angustia.


"Siempre" (de Desiderium)


No es ahora.
No es mañana.
Sólo siempre.
Deja la pesada piedra
que tus huesos se retuercen.
Ven a dormir a mi lecho...
para siempre.
No tengas miedo al silencio,
al sonido de lo inerte.
Ven a acariciar la tierra...
para siempre.
Verás el sol de la noche
cómo penetra en tu frente,
y los helados inviernos
se avergonzarán al verte.
Deja que pose mi mano
entre tus gélidas sienes,
sobre tus ojos amargos,
junto a tu boca sin dientes...
para siempre,
para siempre,
para siempre.



"Llama a la dama que venga" (de Desiderium)


Llama a la dama que venga,
y que ponga la azucena
sobre mi blanca cabeza.
Que mis ojos, malheridos
por los cantos del destino,
se posen en su figura.
Mas si no encuentra el camino
pídele que siga el fino
sendero de la amargura,
y en la vereda, dormido,
me encontrará ensombrecido,
alma de polvo desnuda.
Y si el tiempo me acomete
y las Horas me desgarran
las carnes con sus tridentes,
no pienses que ello me duele,
que más apena la espera
del viento que va y no vuelve.
Cuando estén mis ojos secos
y el corazón desdentado,
cuando ver no pueda el cielo
y muera el sol a mi lado,
llama a la Dama que venga,
y que pose su guadaña
sobre mi blanca cabeza.



El inexorable paso del tiempo es, a veces, el foco temático, reviviendo el universal motivo de la fugacidad de la vida: el tiempo es una apisonadora, sigilosa, lenta, pesada..., y eficaz:




El arcón (de Desiderium)

Tenía mi abuelo un arcón
grande, de noble madera,
en el que guardaba el sol
y el olor a primavera.
En él habitaba la vida,
su ilusión y su esperanza;
arca de plata tupida,
tumba de muerte adornada.
Entre bolas de alcanfor
una flor mojada en llanto
dormía con el arcón.
Y la carcoma, entretanto,
probaba que, a la sazón,
también muere el palosanto.

martes, 24 de noviembre de 2009

De nuevo por aquí...

Tras algunos meses de alejamiento de este confesionario, vuelvo con energías renovadas para continuar lo que apenas empecé antes del verano y más tarde tuve que dejar aparcado temporalmente. Sigue vigente la idea que me llevó a abrir este espacio íntimo, donde poder compartir con vosotros vivencias e impresiones, donde publicar mis escritos más urgentes y en el que hacer partícipe al visitante de los proyectos en los que me vaya implicando. Un cordial saludo para todos.