sábado, 28 de noviembre de 2009

Universo lorquiano

Una de las lecturas poéticas de juventud que más impresión me causó fue el Romancero Gitano de Federico García Lorca. Apasionado con mi descubrimiento del malogrado poeta granadino, enseguida devoré con fruición su principal producción teatral (La casa de Bernarda Alba, Yerma, etc.) y quedé embebido de esa mágica musicalidad y del heroísmo dramático de sus personajes, sometidos y doblegados por el peso de la tradición, de la superstición, del implacable sino que los arrastra. Las riñas, los duelos, el honor, el luto, el negro destino, son motivos constantes en la lírica de García Lorca. Los dos poemas siguientes son una clara muestra del influjo que aplicó a mis primeros versos el de Fuente Vaqueros.



REYERTA

Por la calle negra bajan dos sombras
largas, filosas, amoratadas,
y en el dintel de tu puerta siempre se clavan.
Por la calle negra ruedan, perdidas,
dos bolas de nácar vestidas de escarcha,
y entre sollozos siempre te llaman.
En la calle negra yacen dos hombres
que por tu mirar a hierro se matan.
Por la calle negra ya no baja nada.
Mi cuerpo es arena; mi alma te aguarda.

22 de mayo de 1990



NIÑA GITANA

A la vera de la lumbre
canta la niña gitana.
Puede que la luna escuche
sus tristes ayes de plata,
y a la par que suenan, sufren
las cuerdas de una guitarra.
Con los ojos desbordados
y el corazón incendiado
está mi niña gitana.
Tiene en su pecho serrano
y en sus cabellos trenzados
varias flores de retama.
Y bajo el hierro cansado,
en los jardines del alma,
un Cristo Crucificado.
Dejad que cante su pena,
dejadla sola en el campo
hablando con las estrellas.
No vayáis a la montaña
con cascabeles ni ruedas,
porque sola en la ladera,
entre jazmines de azufre,
canta mi niña gitana
a la vera de la lumbre.
Puede que nadie la quiera,
que ni la luna la escuche.

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