martes, 1 de diciembre de 2009

Paso a nivel


Aquella noche en la que, galante, le cedí el paso, nuestras miradas se cruzaron durante tres décimas de segundo, quizás cuatro. En tan brevísimo lapso es imposible apreciar el movimiento, pero a mí aquella hermosa desconocida se me figuró inmóvil, ensimismada, olvidada del mundo. En la oscuridad de la noche, la vertiginosa sucesión de ventanas iluminadas que desfilaba ante mí, impresionando mis retinas con escenas de viajeros, había ido tejiendo rutinariamente un cortometraje tedioso de gente anónima y gris, hasta que de repente llegó aquél último fotograma luminoso en el que aparecía ella, radiante y bellísima, como una antigua estrella hollywoodiense. La improvisada película acabó abruptamente, sin preámbulos, sin ningún the end ni fanfarrias orquestales, sin títulos de crédito que me revelasen el nombre de mi recién descubierta musa; sin más banda sonora que el sonido de un tren alejándose en la noche oscura, y la estridente sinfonía de pitidos de claxon de los coches que aguardaban detrás de mi a que volviera a la realidad y me decidiera a reanudar la marcha. Desde entonces, cada vez que las barreras me detienen en medio de la noche en un paso a nivel, me preparo con cierto nerviosismo para visionar un nuevo estreno universal de aquel corto, por si volviera a verla en aquella postrera ventana del furgón de cola de un tren irrepetible.


INSTANTE

Yo te busqué en el mar, por si cautiva
te hallabas de corales telarañas;
inspeccioné la tierra y sus entrañas
sin encontrar tu forma fugitiva.
Después busqué en la llama destructiva,
por el desierto yermo, en las montañas;
en las piedras y el aire mis hazañas
pude escribir con sangre, con saliva.
Hoy reviví tu imagen un momento,
como espejismo turbio de aquel día:
El tren pasó, y en un departamento
te descubrí de pie, inmóvil, fría,
musa de un fotograma ceniciento,
y en ese mismo punto te perdía.



0 comentarios: